21/06/2017. Equinoccios y solsticios, el yin-yang de la vida

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Hoy, 21/06/2017, a las 4:24 h (UT), el Sol entraba en el signo de Cáncer. Esto marca el Solsticio de verano o de invierno, según el hemisferio en que te encuentres.

Equinoccios y solsticios tienen un fuerte simbolismo con respecto al sol, sobre todo en cuanto a la relación con los ciclos naturales que marcan las estaciones en la Tierra y que son el ciclo de vida.

Desde la Antigüedad, muchas culturas y civilizaciones han dado al movimiento solar una enorme importancia. Los ciclos solares determinaron el calendario agrícola: un tiempo para sembrar, un tiempo para dejar crecer, un tiempo para cosechar, un tiempo para descansar. Estos tiempos crearon una cadencia, un ritmo y mantener ese ritmo permitía estar en armonía con los ciclos naturales y cósmicos. La presencia del sol daba la vida (permitía la agricultura y la ganadería) y su ausencia la dificultaba.

Un gran número de religiones y otros cultos paganos en la Antigüedad adoraban al Sol como el astro rey,  de ahí que aún hoy existan en el mundo celebraciones en honor (directa o indirectamente) del Sol. Estas festividades no eran simplemente rituales en torno a la vida agrícola, tenían (y aún tienen) un fuerte significado espiritual también.

Etimológicamente, ‘solsticio’ (de: sol, sol, + sistere, parar) indica que el sol en su aproximación o distanciamiento de la Tierra –movimiento que marca las estaciones del año–, hace una pausa un momento, permanece estacionario (el Sol se para) antes de retomar el movimiento inverso. Es un periodo de dualidad, de polaridad luz-oscuridad al máximo. El solsticio de verano, marcado por el día más largo (energía yang al máximo) del año, es un momento de plenitud, de luminosidad poderosa, de fuerza solar que da vida. Y sin embargo, es también el momento que marca el inicio de la decadencia de tal esplendor. El solsticio de invierno, con su noche más larga (energía yin al máximo), sucede en un tiempo de oscuridad profunda y tinieblas que sin embargo marca el comienzo del renacimiento de la energía solar.

Los equinoccios (de: aequus, igual, + noctis, noche) simbolizan periodos de estabilidad durante los cuales la dualidad yin-yang está, por unos instantes, en equilibrio. El equinoccio de primavera marca el comienzo del año astrológico, la vitalidad renovada. El equinoccio de otoño anuncia la muerte y la recolección (de víveres y de recursos) en preparación del invierno.

Así, los solsticios y equinoccios podrían entenderse como parteaguas, como puntos de inflexión en la « vida » del Sol (y, por extensión, en la vida de cada uno de nosotros): nacimiento, crecimiento, plenitud y muerte. La luz y la oscuridad (lo masculino/lo femenino, el yang/el yin) simbolizan la dualidad de todo lo existente en el universo y que da origen a todo en la Tierra: la vida. El ‘viaje’ del Sol representa el viaje iniciático del ser humano, de la comprensión del mundo material a la integración del mundo espiritual, a lo largo del cual es fundamental comprender que la vida es un ciclo eterno, que nada es permanente, que una muerte (=final) implica naturalmente un nacimiento (=inicio), y que la luz y la oscuridad se necesitan mutuamente para existir.

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